✍🏻 Todos los inventos que se producen antes del siglo XX han sido muy controvertidos, probablemente por la gran inseguridad jurídica que sufrían los inventores, únicamente así se entiende la paranoia de algunos inventores actuales que, ni con un acuerdo confidencial firmado, quieren contarle su invención a su propio agente de patentes. Esta situación llega a su cima con motivo de la Exposición Universal de Viena de 1873, en la que los inventores de la época amenazaron con boicotearla, por no contar con una protección suficiente frente a copias e imitaciones de sus inventos.
Este fue el desencadenante que propició que en 1883 se firmase el Convenio de la Unión de París, en principio suscripto solo por 11 países, hoy en día por más de 150; que entre los principales generales que recoge está el llamado «derecho de prioridad» que ha sido probablemente el que más trascendencia ha tenido, por establecer que la primera solicitud en el país de origen es la preferente a la hora de fijar una fecha frente a terceros.
Este Convenio también supuso un menor grado en la discriminación por la procedencia del inventor/invento, ya que los países tuvieron que dejar de lado sus medidas proteccionistas a los inventores y autores nacionales y a aplicar idénticos criterios a los extranjeros.

A la derecha la Patente FR219350 de Bouly
A la izquierda la Patente US579882 de los Hnos. Lumière
También se ganó en comodidad ya que no era necesario coger el barco para trasladarse de Europa a América, o viceversa, para proteger la invención en el mundo industrializado de aquel momento, limitado a una parte de Europa, Estados Unidos y Canadá básicamente.
Pero estamos situados en el final del siglo XIX, cuando todo esto aún está en una implantación muy incipiente, y en esta época es cuando se desarrolla uno de los inventos más controvertido, hasta el punto de que resulta prácticamente imposible establecer quién es el verdadero inventor o citar todos los nombres relacionados con este invento; se trata del cinematógrafo, del cual, solo en Francia, existen 412 referencias de este aparato entre 1892 y 1930 (se incluyen en esta página únicamente los números de registro, ante la imposibilidad existente de obtener documentos de patentes de Francia, España, Italia y otros países europeos de esa época).
Contrariamente a lo que se cree y hemos estudiado algunos siendo niños , no fueron realmente los hermanos Lumière los que inventaron la máquina de cine; sino que el también francés León Bouly patentó un dispositivo funcionalmente equivalente el 12 de febrero de 1892 FR219350; pero los dos hermanos Lumière eran muy avispados y se aprovecharon de que Bouly no pudo pagar su patente, así que ellos obtuvieron otra en 1895, en Francia, Suiza CH10034 y en 1897 en los Estados Unidos US579882 (lo que denota que el sistema de reivindicación de prioridad todavía seguía sin funcionar muy bien, o no está implantado por las Oficinas de Patentes).
En paralelo, en Estados Unidos también comenzaron a trabajar con este invento y producto de ello dio lugar a varias patentes; el desarrollo más destacable probablemente haya sido el de William K. L Dickson, quien en 1894 comienza la exhibición comercial del llamado kinetoscopio, que se hizo tan famoso que algunos consideran que los hermanos Lumière se pudieron inspirar en él para su cinematógrafo. Y, en este punto, es donde entra, de nuevo, en una de estas historias Thomas Alva Edison, quien ya venía precedido de muy mala fama, proveniente de sus enfrentamientos con Nikola Tesla y otros inventores coetáneos, que no quisieron asociarse con él, o con los que sus relaciones acabaron mal.
En principio parecer ser que Edison sólo impulsó y comercializó este aparato, pero cuando los hermanos Lumière sacaron el cinematógrafo, este catapultó la industria del cine al ser el preferido de los espectadores; (años más tarde la historia se repetirá con las cintas de video Beta y VHS) incluso por encima de otro injerto de Edison al que llamó el vitascopio, lo que desencadenó la llamada «guerra de las patentes», una especie de lucha entre varias grandes compañías y algunos pequeños empresarios por hacerse con el control de explotación del monopolio del cine a nivel internacional.

Patente cámara US589168 y película US772647 de Edison
La Edison Co. y otras nuevas productoras aprovechan las imprecisiones legales de la época en los derechos de Propiedad Intelectual, para vender como propias las películas de la competencia, en particular las europeas, de las que sacan duplicados o directamente las volvían a rodar, copiándolas sin ningún reparo. Pero además, hay que pensar que Edison era muy pudiente, estaba bien asesorado y además ya estaba muy curtido en el tema de las patentes por las batallas legales que ya había sostenido con cualquiera que interfiriese en su camino; así que, como era previsible, en 1907 consigue que un juzgado falle a su favor en el sentido de que se hicieran valer sus patentes, relacionadas con una cámara cinematográfica US589168 y con el film para cámaras cinematográficas con perforaciones longitudinales, que permite el desplazamiento de la película uniformemente US772647.
Esto vino a significar que toda cámara de cine que estuviera rodando en Estados Unidos, necesitaba el permiso de Edison para funcionar. Edison intentó amarrar la industria el cine a base de imponer condiciones leoninas a los licenciatarios de sus patentes; pero no se percató de que los derechos de una patente son perecederos, mientras que los derivados de la Propiedad Intelectual son de una duración extremadamente más larga, esto y el descaro de algunos fue lo que propició la pérdida de la segunda guerra que entablaba.
Edison hostigaba constantemente a los fabricantes o distribuidores «no autorizados» que operaban violando sus patentes; si bien era muy habitual que con una simple amenaza con un litigio fuera suficiente para intimidar a cualquiera y expulsarlo del mercado, dada la corte de abogados que siempre lo acompañaba.

Pero, además, Edison supo llegar a acuerdos y terminar sus pleitos con otras compañías competidoras, que también tenían patentes, y entre todas acuerdan la constitución de «Motion Picture Patents Company» (MPPC), que pasa a tener una cartera con todas las patentes de las principales empresas y proveedores cinematográficos de la época, casi todos radicados en Nueva York, ciudad que por aquel entonces bien podría denominarse como «la meca del cine mudo».
La MPPC fundó además otra compañía llamada «General Film Company», cuyo objetivo era adquirir los derechos de distribución de películas de todo el país, cuyas copias alquilaba o vendía a los teatros para su exhibición, al tiempo que bloqueaba la importación de películas extranjeras amparándose en las antiguas leyes sobre Propiedad Intelectual que tenían básicamente la finalidad de proteger a los autores nacionales frente a los extranjeros. En 1911 General Film Company había adquirido ya una bolsa importante de películas, pero se había negado a conceder varias licencias a nuevos promotores interesados en el recién creado séptimo arte. Uno de ellos, William Fox, se reveló y optó por no vender, ni tampoco aceptar la baja de su licencia y además se asoció con otros dueños de salas y productores (en general una serie de lo que hoy podíamos llamar desarrapados, inmigrantes polacos, alemanes, húngaros, etc.) y, entre todos, decidieron plantar cara e ignorar el monopolio, saltándose a la MPPC.
Muchos de estos nuevos productores de cine se hacían llamar “independientes” para indicar que estaban fuera de la MPPC (curiosamente aún hoy en día existe un cine “independiente”, pero actualmente este término significa que ese cine es ajeno al trust que surge entorno a Fox y sus acompañantes en la aventura hollywoodense que van a emprender; así pues, los independientes actuales son “independientes al cuadrado”, porque son independientes de los en un principio se consideraban independientes).
Pero en aquellos momentos este término más bien se asociaba con “piratas”, ya que al fin y al cabo su único objetivo era no pagar royalties por las patentes de la MPPC. Para subsistir fabricaban equipos ilegalmente, o los conseguían en el mercado negro y mantenían una red de distribución de películas totalmente clandestina. Todos estos exhibidores, productores o proveedores que integraban esta especie de asociación escaparon de Nueva York y se establecieron lo más lejos posible de allí, en un suburbio de apenas 5.000 habitantes llamado Hollywood, que curiosamente está próximo a la frontera con México, por si…
Los nombres de los estudios y proveedores a los que Edison pudo llamar “piratas” con todas las de la ley, son muy conocidos: “Paramount Pictures”, “Fox Films Co.”, “Warner Brothers”, “Universal Film M. Co.”, etc.
Cuando los Marshalls decidieron investigar las empresas instaladas en Hollywood, que por cierto ya estaban ganando auténticas fortunas, las patentes de Edison ya estaban a punto de expirar, por lo que todo quedó en agua de borrajas…
Resumiendo, aquellos que actualmente denuncian y se escandalizan del robo de la Propiedad Intelectual que desde hace años se produce al descargar películas gratis a través de Internet, hace exactamente un siglo huían para no pagarle al dueño de las patentes, que representaban la innovación técnica que había posibilitado su negocio.
Años más tarde la historia se repite de alguna manera, cuando en España se impone una auténtica persecución a bares y pub por parte de la SGAE, basándose en los derechos de reproducción de la música, de los que ellos mismo se han nombrado como representantes.