✍🏻 Los circuitos integrados, “chips”, “cucarachas”, “pastillas”, etc., parten de la idea, bastante generalizada en los años ’50, a partir de la invención del transistor, de que algún día sería posible integrar en una pastilla de semiconductor un circuito miniaturizado, que incluyese una pluralidad de transistores y algunos otros componentes electrónicos, en un solo componente. Así que, como otros inventos, muchos investigadores llevaban tiempo dándole vueltas a esta cuestión, pero este proceso requería resolver algunos problemas técnicos que no solo se centraban en desarrollar la tecnología capaz de integrar múltiples componentes electrónicos en una pastilla de semiconductor, sino también se requería poder crear las conexiones eléctricas entre los componentes del chip.
El problema residía en que con la tecnología disponible en esta década, era necesario usar cables de oro para conectar los componentes entre sí. La electrónica de semiconductores, desde la invención del transistor, ha empleado como materiales básicos el germanio o el silicio, ambos componentes que no solo abundan en la naturaleza, si no que forman parte de las piedras más comunes, presentes en todas partes del planeta. Se partía pues de los componentes más baratos de la tierra, pero si había que emplear oro para las conexiones, mal cariz tomaba el asunto…, la electrónica de los semiconductores nunca hubiera podido ser asequible a todos los consumidores.
Texas Instruments decide enfrentarse a su mayor enemigo, al menos al que estaba tecnológicamente más avanzado, Fairchild. La acción iba contra la concesión de licencias, no contra la fabricación de chips, ya que en 1965, la tecnología planar de Fairchild se había convertido en el estándar de la industria de aquel entonces, pero los demás fabricantes eran reacios a contratar licencia de las patentes de ambas compañías.
Finalmente, en 1966, y después de varios años de litigio, acordaron una tregua en la que se reconocían mutuamente las patentes y se cruzaban una licencia de las patentes clave.
Como quiera que los circuitos integrados se convirtieron en un negocio millonario, hasta tal punto que en 1967, Fairchild ya contaba con 11.000 empleados; pero como cualquier negocio en el que están en juego cifras astronómicas de dinero, en la tecnología de fabricación de chips, o circuitos integrados, se desencadenó una auténtica contienda mundial de patentes, por los múltiples frentes que se abrieron y la entidad de las batallas que se libraron.
La primera de ellas, entre Texas y Fairchild rápidamente se zanjó con un acuerdo entre ambos contendientes, pero se continuaron librando diversas batallas:
Texas Instruments frente a Westinghouse. Aunque al principio estas compañías habían adoptado el proceso que permitió el desarrollo en conjunto de la tecnología planar, el ingeniero de Westinghouse Hung-Chang inventó el transistor lateral, lo que permitía la creación de transistores de diferentes tipos en un mismo chip, pero al perder algunas ventas Texas Intruments demandó a Westinghouse, aunque el asunto se arregló rápida y extrajudicialmente.
Texas Instruments también demandó a Sprague. El 22 de abril de 1959, Kurt Lehovec registró una patente US3029366, titularidad de Sprague Eletric, Co., pero Texas Instruments la impugnó; en un primer momento consideraron el caso como perdido, pero Lehovec convenció a su empresa de lo contrario, la defendieron, y finalmente se confirmó la concesión de su patente el 10 de abril de 1962. En 1967, Sprague también se unió al acuerdo Texas-Fairchild.
El 1 de mayo de 1959, Jean Hoerni, de Fairchild Camera Instr, Co. solicitó la primera patente para la tecnología planar US3025589, que fue concedida el 20 de marzo de 1962.
Raytheon impugnó la patente, pero después de un largo litigio acabó retirando la impugnación, a cambio de una licencia de Fairchild.
Hughes también planteó una reclamación sobre la invención del desarrollo del proceso de Fairchild; en principio todo parecía indicar que se trataba de una estrategia dilatoria para impedir que Fairchild otorgara licencias sobre esta patente, pero al final también llegaron a un arreglo extrajudicial, en el que Hughes adquiría los derechos sobre parte de la patente de Fairchild, que acabó permutándolos por una parte de los beneficios sobre la venta de licencias de esta compañía.
Los circuitos integrados son chips de diseño exclusivo, es decir su función está impuesta de fábrica y no se puede modificar, por ejemplo, un amplificador siempre será un amplificador; pero en 1971 a Gary W. Boone se le ocurre integrar en un chip el núcleo de un ordenador y así nace otro chip: el microprocesador, pero esto es otra historia…
En los inicios de 1960, Fairchild y Texas Instruments intentaron comenzar a fabricar chips en Japón, que por aquel entonces quería establecerse como el país de vanguardia en la fabricación de componentes electrónicos, pero se toparon con la oposición y el protectorado del Ministro de Comercio e Industrial japonés que, en principio, prohibió a Fairchild continuar con la fábrica que previamente había adquirido en Japón y sin embargo auspició a las empresas nacionales, como Mitsubishi, Sony, Nec, …
Mientras tanto, Texas Instruments también negocia su entrada en el mercado japonés a través de NEC; pero en 1963 el Ministerio aún sigue dudando si anteponer a Fairchild o a Texas. A pesar de la experiencia negativa con NEC y Sony, Texas Instruments siguió intentando establecer su producción en Japón y el Ministerio de Industria japonés dando largas al asunto; así que Texas Instruments amenazó con embargar todos los equipos electrónicos que infringieran sus patentes, lo que afectó de alguna manera a todas las empresas japonesas fabricantes, que eran multitud y comenzaban a tomar volumen de multinacionales; mientras que el Ministerio jugaba la doble carta de intentar, por un lado buscar un socio japonés para Texas Instruments, mientras que paralelamente bloqueaba sus negociaciones con otras empresas por “el bien de la industria japonesa”. El resultado fue que durante casi 30 años las compañías japonesas produjeron chips sin pagar licencias a Texas Instruments, pero finalmente en 1989 la corte japonesa reconoció los derechos de sus patentes y como consecuencia de ello todos los fabricantes japoneses tuvieron que pagar a Texas Instruments 520 millones de USD por las licencias infringidas durante esos años.